martes, 19 de octubre de 2010

Capítulo VII: Al final del día

Aquel día había sido muy intenso para mí, toda la información se me agolpaba en la cabeza, el horario de entrada era a las 9 de la mañana, la comida cuando lo permitiese el trabajo, ya que, estábamos siempre condicionados por los encargos que teníamos y claro, dependiendo de cuando tu jefe (en mi caso Roberto) considerase que podias irte a comer. En cuanto a los días de vacaciones también era algo relativo, por lo general disponíamos de 30 días naturales siempre y cuando no interfiriera en ningún encargo. La parte buena era el salario, había superado con creces mis expectativas, iba a cobrar 25.000 euros brutos mas un porcentaje por trabajo realizado (el porcentaje no me lo habían especificado).

Una de las cosas que mas me atraían de este trabajo es que tendría que viajar allá donde el cliente nos necesitase. Esto no suponía problema para mí, ya que, en la actualidad no tenía ningún tipo de atadura que pudiese ocasionarme problemas.

Durante mi camino a casa no podía dejar de pensar en aquella conversación mantenida con Roberto en la hora del café.

Me había resultado un hombre de lo más fascinante y atractivo. No había sentido nunca tanta inquietud y a la vez tranquilidad estando a su lado. Había conseguido ponerme nerviosa cuando en un momento de nuestra conversación él había alargado su mano para alcanzar una servilleta y levemente me había rozado la mano. Esa sensación que en aquel momento consiguió erizarme hasta el último pelo de mi cuerpo, ahora me ocasionaba vergüenza, cómo una chica ya de mi edad era capaz de imaginar todas aquellas tonterías que se me habían pasado por la cabeza desde que aquello ocurrió.

Cuando llegue a mi casa, le conté a mi padre todo lo que me había ocurrido en mi primer día de trabajo. Bueno, todo no. Había decidido omitir la larga conversación con Roberto y cómo había dejado volar mi imaginación durante toda la tarde.

Decidí pensar que Roberto era simplemente como un hermano mayor, estaba claro que un hombre de ese tipo iba a fijarse en la primera chica que apareciese para trabajar como su subordinada. Además, yo no tenía ni la menor idea si en aquel momento Roberto tenía pareja, o había acabado con alguna recientemente o simplemente no se planteaba tener nada serio o no serio por el momento.

A las once y media de la noche me fui a la cama con la firme convicción de que tenía que dedicarme a pensar solamente en mi trabajo e intentar hacer una buena carrera profesional dentro la compañía, para en un futuro poder mejorar profesionalmente en otro sitio e incluso establecerme por mi cuenta.

Aquella noche no dormí apenas. Estuve cinco horas dando vueltas en la cama, las ideas me asaltaban sin yo quererlo, todo lo sucedido en la mañana me estaba pasando factura ahora. Mi cabeza no dejaba de pensar lo ocurrido, en Roberto, lo analizaba y volvía a analizar sus gestos, su manera de expresarse, sus palabras.

Ya a las cinco de la mañana me quede dormida, para volver a levantarme a las ocho.